ENTRE LA PERMISIVIDAD Y EL ABUSO

Ciertamente, la pasividad frente a los excesos fomenta su continuidad, su reincidencia, por aquello de que conducta irregular que no tiene consecuencia, conducta que se repite.

Psic. Joseph Chakkal Abagi (FPV # 705)

Revista Fascinación N° 1250 (Encartado del diario 2001), Dom. 24-07-2011. Psicología, pág. 6-7

Salvando las distancias, en términos judiciales y legales, denominamos impunidad (madre de los delitos) aquella inaplicación de sanciones previstas cuando se comenten irregularidades o infringen las normas o leyes. En las relaciones interpersonales y “casos domésticos”, el hecho de cruzarnos de brazos, de ser pasivos frente a descalificaciones, humillaciones, y desvalorizaciones ajenas, fomenta el abuso.

La solución no es el contraataque, tampoco la defensa con el mismo tono verbal o gestual. Es la conducta asertiva, es decir, expresar auténticamente y sin maltrato lo que uno piensa y siente. Puede haber carga emotiva en la descarga, eso no importa, es normal inclusive. Lo contraindicado es la agresividad. Puedes levantar la voz al desahogarte, pero no intimides a tu interlocutor con amenazas o términos peyorativos.

¿Qué pasa cuando uno se acostumbra a la pasividad, frente a expresiones injustas?

Pues que se repiten. Al no frenarlas, no habrá precedentes ni consecuencias. Por lo tanto, el abusador “mantendrá luz verde” para cruzar la línea del respeto, sin pensarlo, en una próxima oportunidad. Bastará con disgustarse para reincidir. No estamos evitando un problema al ser permisivos. Estamos propiciando su continuidad, al tiempo que padecemos el malestar interno. Estar bien, no significa evitar las peleas. Estar bien significa tener conflictos, diferencias, y resolverlos, aunque requiere muchos intentos. Algunos renuncian a discutir en pareja, por los antecedentes frustrantes del pasado. No se percatan que sus fallas consistieron en su falta de coherencia entre palabras y acciones. Está bien el protestar y reclamar cambios. Lo inefectivo es quedarse con un sermón repetitivo, sin consecuencia. Como repetirle al empleado irresponsable que debe llegar puntual, sin sentar ningún precedente. El mensaje se transforma en una falsa alarma. Es inefectivo, y no provocará ninguna reacción.

El objetivo es que los excesos y abusos se descontinúen. Para ello requerimos plantear límites de tolerancia, pues todos tienen derecho a cometer errores, mientras no sean frecuentes, perjudiciales y por desinterés. Pero cuando los excesos de otros afectan nuestro bienestar, nuestro derecho a la tranquilidad y maltratan nuestra autoestima, hay que reaccionar. Primero con un diálogo firme. Negociando un acuerdo. Sincerando nuestras sensaciones y malestar, especificando las conductas dañinas, y estableciendo puntos de honor, sobre los cuales no debe traspasarse, so pena de exigir disculpas.

Pero la conducta asertiva de exigir respeto, y salir de la permisividad cómplice, no descansa solamente en hablar, sino en actuar. Cuando te hieren y abusan, así sea por descuido, manifiesta tu incomodidad, no suplicando ni mendigando consideración, sino exigiéndolo. De no cumplirse, debes establecer precedentes. Es decir, dejar de ignorar y engavetar tus emociones, y no participes en juegos románticos y sexuales, mientras no haya disculpas, arrepentimiento y compromiso de rectificación y cambio conductual. Mientras no te compensen por el daño causado, mantén distancia afectiva. No para castigar ni por desamor, sino sentar un precedente temporal del precio que se paga, por los abusos. Entiendo que tal medida no resulte simpática para nadie, pero es efectiva. Tampoco es agradable suspenderle privilegios a los hijos, académica o escolarmente cuestionados. Pero da resultados. Reaccionan favorablemente.

No conviertas a tu pareja en un abusador crónico, o victimario. En realidad, uno se victimiza por esa apatía o pasividad. Uno es víctima de su propio temor fantasma. Habrás experimentado crisis al enfrentarte a tu pareja, pero aun así, hay solución. No supiste manejar el conflicto antes. Tus miedos generaban exceso de confianza en tu pareja, facilitándole sus excesos. Cuando pierdas ese miedo en terapia, cambiarán las cosas. No malinterpretes mis palabras. La terapia te ayudará a expresarte, a discutir limpiamente, no a caer en violencia verbal, y aunque en ocasiones suban los tonos, alcanzarás el objetivo de respetarse mutuamente, aun con criterios distintos. Mientras eres pasivo y permisivo ante los abusos, eres un cómplice. Reaccionar con respeto y establecer límites, es una condición en todo matrimonio funcional.